martes, 21 de octubre de 2008

Woody vuelve a sorprender


Mònica Faro - OPINIÓN


Dos turistas americanas y un verano en Barcelona. Un argumento, que de un vistazo, puede parecer vacío de contenido. Sin embargo, Woody Allen sabe hacer algo más que colorearlo para no dejar al público indiferente.


Retrato de dos mujeres opuestas...

Vicky. Heredera de un moderno american way of life, sencilla, convencional y prometida con un hombre de estatus. Tiene toda su vida planeada y ella lo aprueba. Cristina. Emocional e impulsiva. No sabe lo que quiere pero sí lo que no quiere y está en busca de lo inencontrable. Sus planes, y la vida, con mayúsculas, se trastocan cuando conocen a Juan Antonio, un insuperable Javier Bardem espontáneo y carismático, que las invita en avioneta a pasar un fin de semana en Oviedo. Sin tapujos y recalcando de antemano su intención: hacer el amor. Porque la vida es corta.



...unidas por la insatisfacción

Una escapada que se convierte en mucho más. La predispuesta Cristina sufre una fuerte indigestión. La reticente Vicky se ve obligada a estar a solas con un hombre del que desconfía. Y los convencionalismos de Vicky se van al traste cuando descubre a Juan Antonio y lo maravilloso de lo inesperado. Algo que, después, la torturará por dentro y la convertirá, a ella también, en víctima de la insatisfacción.



Cristina encontrará una paradójica estabilidad junto a Juan Antonio. Bohemio y snob. Dedicado en cuerpo y alma a la vida y al arte. Amante del placer y enamorado de las emociones. Desprendido de clichés y dispuesto a cicatrizar sus heridas. Y la historia se complica. Aparece Maria Elena, su desquiciada y temperamental ex –mujer. Penélope. Fueron una pareja casi perfecta, pasional. Íntima. Pero lo ardiente quema.



Si bien parece la puesta en escena de una comedia de enredos va más allá y, como todas las películas de Allen, es inclasificable. Vicky y Cristina, tropiezan con dos artistas. Dos artistas de talento innato que son la encarnación perfecta de esa insatisfacción intrínseca a la búsqueda de la pureza. La del arte y la del amor. La búsqueda de lo inencontrable, el permanente desasosiego de la especie humana. El afán palpitante por conseguir la felicidad completa. La mayor condena del hombre. Y todo esto, con Paco de Lucía y Entre dos aguas, Javier Aguirresarobe y su impecable fotografía y... Barcelona. También con su talento. Fantástica.

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