martes, 11 de noviembre de 2008

No todos los finales son Made In Hollywood

Mònica Faro (Opinión)
No todo es Hollywood. Si buscamos en las salas de cine podemos encontrar grandes producciones con talentos escondidos y con grandes galardones. Daniel Burman nos trae a España El Nido Vacío. El relato de un escritor de éxito que pierde el referente de su vida en Buenos Aires.

En nuestra cartelera podemos encontrar grandes obras y también grandes productos de marketing. Algunas películas cobran visibilidad semanas antes de estar en la gran pantalla. Desde la televisión hasta las marquesinas de autobús, las distribuidoras hacen un despliegue publicitario de películas que, a veces, son buenas. Sin embargo, muchas otras producciones pasan desapercibidas. Por falta de inversión publicitaria o quizás porque no es lo mismo escuchar Made in Hollywood que, por ejemplo, Made in Argentina.

Es el caso de El nido vacío, una película de Daniel Burman que relata la historia de un matrimonio que sufre una etapa de distanciamiento. En una relación madura y en la que se acentúan las diferencias entre ambos. Sobre todo, cuando se dan cuenta de que la casa se les ha quedado grande con la marcha de sus hijos, que eran el motor de su vida.

Leonardo es escritor y está en plena crisis existencial. Lo efímero de la fama le hace darse cuenta de que su vida está absolutamente construida por los demás, ya sea la opinión pública o su propia red social.

Queda claro desde la secuencia inicial. Una cena en la que todos, menos él, dan respuesta a las preguntas que le hacen sobre su vida, incluida su mujer. Quizás ella tiene más capacidad para la dialéctica. Es una profesora universitaria, abierta y con un espíritu muy joven. Esa facilidad de adaptación y ese dinamismo son cosas que abruman a su marido. Hasta el punto de sentirse totalmente extraño a todo lo que le rodea y quedarse atrapado en la nostalgia de su pasado. Así es como entra en una espiral: se encierra en su interior y se queda al margen de la vida social de su mujer, hasta que decide buscar soluciones para aceptarse a sí mismo y a los demás.


Esta película nos traslada al sentimiento de impotencia. De querer que las cosas transcurran de una determinada manera cuando ya han transcurrido, de querer mitigar los errores del pasado.


El personaje principal está magistralmente interpretado por Oscar Martínez, uno de los grandes argentinos, con un papel que le ha hecho ganar la Concha de Plata al Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. En el reparto le acompaña Cecilia Roth, a la que ya hemos visto en grandes producciones españolas como Todo sobre mi madre. Sin embargo, es de esas películas que sólo la sala Renoir nos da ahora la oportunidad de ver. Y merece la pena hacerle un hueco.

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